La ciencia detrás del chisme…

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Imagino que en el momento en que dominamos la comunicación, ya sea verbal o no, incorporamos formas más complejas para establecer contacto social con otros individuos, sobre todo en el sentido de fortalecer los lazos que nos unen.

En este sentido, al contarle algo personal, delicado o clave a otra persona, significa que de cierta forma le estamos depositando la confianza, a razón de que no comente nada con nadie y sepa guardar un “aparente” secreto.

Para abordar de mejor forma este tema, contamos con el artículo de Frank T. McAndrew, titulado: “Can gossip be good?”, publicado en Scientific American Mind, en donde se dice que en el principio nuestros ancestros vivieron en grupos pequeños, mismos que competían con otros grupos para sobrevivir, maximizando como en la actualidad los recursos escasos.

Fue entonces, que el chisme les sirvió como mecanismo para intercambiar comunicación con otros individuos y otros grupos para identificar a aquellas personas que eran confiables y las que no lo eran.

Pero no solamente eso, sino que gracias al chisme, según McAndrew, nos ayudó a saber quién era una pareja ideal para reproducirnos, al igual que la forma en que debíamos manejar y confiar en nuestros amigos y familiares, así como las estrategias a seguir para formar ciertas alianzas en beneficio de nuestro futuro evolutivo.

Está claro para McAndrew, que logramos desarrollar una increíble inteligencia social con el objetivo de predecir e influenciar el comportamiento de otros, además de estar al pendiente de aquellos individuos que a nuestro parecer se encontraban más favorecidos por la selección natural, de la misma forma como sucede hoy día.

Para el biólogo evolucionista, Robert Trivers, de la Universidad de Rutgers, los chismes nos pudieron ayudar a identificar a los tramposos en general, es decir aquellos no son recíprocos ante actos altruistas, así como a los tramposos sutiles, quienes son recíprocos pero no en la medida de lo que recibieron.

Sobre todo el interés de un grupo social es detectar a los “free riders” (es decir los que viajan gratis), incumpliendo las normas sociales, viviendo fuera de las expectativas del grupo, sin compartir los recursos y cumplir con responsabilidades grupales. Logrando que sean materia prima para los chismes y se les aplique el ostracismo (destierro político al estilo ateniense).

En cuanto a los intereses que tenemos para establecer un chisme, el antropólogo Jerry Barkow, de la Universidad de Dalhousie, nos comenta que debemos estar particularmente interesados en aquella información de rivales, compañeros, familiares, socios y altos personajes, cuyo comportamiento nos puede afectar.

Pero sobre todo Barkow sugiere, que el interés se carga hacia el lado de información negativa del individuo en cuestión, pues pensamos que podemos sacar provecho de esa situación de mala fortuna de otros, sobre todo en beneficio nuestra posición socioeconómica.

También Barkow señala que cada individuo se interesa en particular por otros individuos de su mismo sexo y rango de edad, simplemente por ser los competidores más cercanos y peligrosos en la escala social y económica.

A su vez el interés que ciertos individuos o grupos despliegan por la gente famosa, como es el caso de farándula, puede deberse en parte al bombardeo al que estamos expuestos por los medios, así como por ser el eje de conversación en ciertos círculos sociales. Así que por ellos usamos esa información para entrar a ese grupo social de poder en cuestión.

Para ir concluyendo, después de analizar un poco el tema, tenemos que un chisme puede convertirse en un arma poderosa, para bien o para mal. Por lo que debemos estar alerta para detectar la mentira en ciertos individuos, pues al final es complicado mantener una historia que es falsa, a lo largo de cierto tiempo, aunque pareciera que muchos seres humanos son muy hábiles para engañarnos.

Queramos o no, los chismes forman parte de la sociedad, expresados en nuestra vida personal o profesional, con amigos, familiares, conocidos, desconocidos y compañeros de trabajo. Solo nos queda hacer buen uso de los mismos, para no ser obligados al destierro social, complicando nuestra búsqueda de mejora en los peldaños de la escalera socioeconómica.

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