Faltos de cultura vial…

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Rodrigo Soto Moreno

Nos tratamos como extraños, faltos de empatía, de cooperación y de trabajo en equipo, tal vez por eso actuamos como si no hubiera mañana, como si el tiempo fuera nuestro amo y señor, como si todo se fuera a terminar y siendo así, tal vez pudiera comprender el porqué nadie muestra una cultura vial en la ciudad y aunque no he manejado en toda la república, me atrevo a decir que esta situación se repite dentro de todo el país.

Nadie puede ceder el paso, todos tal vez tenemos prisa, aunque considero irónico que al no darle el paso a otro automovilista o a un peatón, ganamos unos cuantos segundos de nuestro tiempo, pero quizás tenemos una cita importante, puede ser que esa persona que no dio el paso fuese un importante médico cirujano, que va de urgencia al hospital a salvar una vida, o también puede ser un controlador aéreo a suplir a su compañero de trabajo para coordinar los despegues y aterrizajes en la torre de control del aeropuerto, como estas situaciones, podemos pensar en un sinnúmero de ejemplos, pero ¿se justifica su actuar?

Incluso, en algunas ocasiones que he tenido que ir al supermercado, me he percatado que tampoco existe la cultura de “ceder el paso” entre los que vamos manejando los carritos de compra, pues tanto mujeres, como hombres, se niegan a perder su “espacio vital” para que otro pase. Tal parece que estamos en una constante carrera para llenar nuestro contenedor de alimentos y productos para el hogar, para después arribar a la caja a pagar.

Derivado de lo anterior, me llamó la atención un artículo en The Economist, titulado “The Lawless roads, Road safety in México”, donde se menciona al inicio del mismo que de 6 de cada 10 muertes en carreteras en el mundo suceden en solamente 12 países, siendo uno de ellos México. La suma de muertos por accidentes viales nos da una cifra de alrededor de 24,000 al año, dejando unos 600,000 lesionados.

Increíblemente, en este escrito mencionado, se dice que la Organización Mundial de la Salud reconoce que al igual que los caminos montañosos de Perú y la mala administración de carreteras en Venezuela, nuestro país tiene los caminos y carreteras más peligrosas en Latinoamérica.

Pero se remarca que gran parte del problema lo tienen los conductores y las leyes del país, ya que diversos estudios señalan que dentro de 14 estados de 32, no existe un examen para poder obtener una licencia de conducir, además de que en los estados en donde sí se requiere hacer examen, el mismo se puede aprobar con el simple hecho de pasar lista y comprar asistencia, esto sin mencionar la gran cantidad de “mordidas” para saltarse ese “pequeño” requisito.

Por otro lado, la Organización de Salud Panamericana (PAHO) realizó un estudio en el 2008, en donde encontró estimaciones de que en las noches de los jueves, viernes y sábado, se juntan un total de aproximadamente 200,000 personas manejando en estado de ebriedad.

Ante todo esto, es necesario eliminar por un lado la gran corrupción que existe en los oficiales de tránsito en el país, que a muchos conductores, con el simple hecho de verlos, pensamos inmediatamente que vamos a ser víctimas de un abuso, más que de una corrección y orientación en nuestra forma de manejo o en verdad una multa cuando de verdad lo merezcamos. Aunado a lo anterior, se requieren crear leyes y que los automovilistas las acaten al pie de la letra, obviamente teniendo oficiales que las impongan y no se presten a las “mordidas” para sortear la infracción cometida y llevarse el dinero a su bolsa. Otro punto sería instalar el cobro de multas por medio de sistemas móviles para aceptar tarjetas de crédito, en donde se registre el motivo de la multa, el lugar en donde se aplica, las placas del auto, el oficial que la aplica, el conductor infraccionado, enviando copia al email del conductor, con recibo electrónico, siendo una parte o porcentaje deducible de impuestos para beneficio del ciudadano. Así como poner a más oficiales de tránsito mujeres, para tratar de verificar si son más honestas que los hombres en ese particular trabajo.

Por último vuelvo a hacer hincapié en que no nos quita nada ceder el paso a otro automovilista o a un peatón en la calle, claro en algunos casos o excepciones podemos estar en una situación de urgencia que nos nuble nuestro sentido de empatía hacia los otros, pero en la mayoría de nuestro desempeño, creo que podemos demostrar un poco de cooperación y trabajo en beneficio de los demás, pues al final del día una buena acción nos nutre emocionalmente.

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