Esclavos de nuestros dispositivos móviles…

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Globalización y competitividad son dos variables que se han cimentado con fuerza en el mundo actual, tanto en el ámbito público como privado, dando como resultado que para lograrlas se requieran herramientas tecnológicas que promuevan la conectividad en todo momento y en todo lugar para “nunca” abandonar la oficina o estar presente de forma virtual.

Es así que surge una amplia gama de dispositivos móviles inteligentes como el blackberry, iPhone, iPad, entre muchos otros y que gracias a ellos podemos tener la tranquilidad de contestar o atender cierto documento, actividad, tarea, reunión, de forma distante pero a tiempo real, sin tener aparentemente que estar todo el tiempo anclado al escritorio de la oficina.

Lo curioso es que los mismos dispositivos que nos ayudan a salir de la oficina y poder estar en ella de forma virtual, son ahora los que nos mantienen esclavos a ellos y nos resulta casi imposible dejar el celular un rato, pues tenemos miedo de que llegue un email importante que tengamos que atender con premura para salvar el día. Situación que rara vez ocurre, pues a pesar de que consideremos que hicimos el mejor negocio de nuestras vidas o que gracias a cierta acción nuestra salvamos a la empresa, la realidad es que el mundo seguirá su curso y la sociedad continuará su camino, aunque contestemos o no cierto email, cierta llamada, etc.

En este sentido encuentro interesante el artículo en The Economist, titulado: “Slaves to the Smartphone”, en donde se nos dice que estos dispositivos le dan poder al usuario, en el sentido de conectividad para realizar sus tareas profesionales y personales, estar en comunicación al 100%, sin necesidad de estar enfrente a una computadora, poniendo ante nosotros un mar de información a la distancia de un clic.

Esta conectividad con ubicuidad, resulta indispensable para cualquier profesionista, pues permite salir de vacaciones y poder “disfrutar” de los placeres lúdicos, sin dejar a un lado la responsabilidad de estar pendiente de la oficina cuando se nos requiera, que parece ser que es así todos los días, aunque en realidad ninguna empresa se cae si el jefe está ausente, aunque se diga que cuando el gato sale, los ratones se ponen a bailar.

Sin embargo, en el mencionado escrito, se describe la libertad ficticia proporcionada por esos dispositivos móviles, atrapando a sus usuarios en una red sin escape; traducido en que el sirviente se convierte en el maestro, según lo expresa The Economist.

Para comprobar lo anterior, no hace falta ser un genio, ni trasladarse al corazón de las finanzas globales, sino que simplemente debemos salir cualquier día a desayunar, comer o cenar a nuestro restaurante predilecto y claramente vamos a observar el comportamiento adictivo que se adquiere con cualquier dispositivo móvil. Resulta entonces normal que observemos a personas, enfrente una de la otra, en cierta mesa, que le hacen más caso a su celular y al interlocutor virtual, contra el participante que tienen en sus narices.

Tratando de comprender el efecto adictivo de los celulares, así como el de otros dispositivos móviles, contamos con la investigación de Martin Lindstrom, un gurú de marcas, quien tratando de identificar los 10 sonidos que afecta de manera más profunda a los individuos, obtuvo al celular vibrando en el tercer lugar, después del clásico sonido de Intel y el de un bebé riéndose, según nos lo expone The Economist. Por esto y otras razones, para la prestigiada revista inglesa, el celular se ha convertido en uno de los dispositivos tecnológicos que más nos acercan a la procrastinación, además de la falacia obtenida por esa oficina virtual, pues ahora los profesionistas nos encontramos atrapados entre el horario normal de la oficina sumado al horario fuera de la oficina donde recibimos emails y nos apresuramos a contestarlos para no dejarlos para mañana. De acuerdo a Ofcom, un regulador de telecomunicaciones británico, un 60% de los jóvenes se declara adicto a los celulares inteligentes, mientras un 37% de los adultos también lo son.

Lo cierto es que esa oficina virtual que nos invitó a escaparnos de la rutina encerrados en un cubículo u oficina, para salir a disfrutar de actividades lúdicas mucho más agradables, sin dejar de estar atentos a los sucesos de interés y de cierta importancia a través del email o de algún tipo de mensajero instantáneo, ahora se han convertido en nuestros captores, dejándonos imposibilitados como perros de pavlov que respondemos con cierta “salivación” a la hora de que vibra o suena nuestro dispositivo móvil para avisarnos que tenemos un email nuevo, situación que nos embelesa como aquél canto de la sirena, al pensar en ese email de gran importancia que al leerlo y contestarlo nos hará héroes en el trabajo o nos redituara a futuro con cierto aumento en la escalera socioeconómica, solamente para despertar y darnos cuenta del sueño para volver a la realidad amarga de que el mundo gira sin importarle el ritmo de los negocios.

Creo que en ocasiones es prudente saber cuando debemos de estar al pendiente del celular inteligente y cuando es necesario apagarlo o no hacerle caso, para concentrarnos en actividades de mucho mayor valor, como pasar tiempo de calidad con la familia, amigos o compañeros. No hace daño apretar el botón rojo de apagado, para descubrir el mundo tradicional y disfrutar de nuestro encuentro con el medio ambiente.

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