Rodrigo Soto Moreno
Si me dieran a escoger preferiría, la mayoría de las veces, estar junto a una persona loca, pero creativa e innovadora, que junto a una cuerda tradicional y de pensamiento cuadrado. Derivado de lo anterior, he tenido el privilegio de dialogar, convivir y hasta trabajar con ese tipo de individuos, quienes en sus arranques de locuacidad me han dado, casi siempre, gratos momentos de aprendizaje al estilo “eureka”.
Comento lo anterior debido a la lectura reciente, del libro de Adam Lashinsky, titulado: “Inside Apple”. Dentro del mismo, el autor nos ofrece detalles minuciosos y sorprendentes en relación a la forma de trabajo de la compañía estadounidense más admirada y fascinante, sobre todo explicando la forma de laborar y algunos de los comportamientos de su reciente finado líder, CEO y guía creativo e innovador, Steve Jobs.
En esa brillante lectura, existen diferentes relatos muy interesantes, pero para el tema de este escrito me voy a centrar en el que captó recientemente mi atención. Me refiero cuando Lashinsky relata sobre el libro de Richard Tedlow, titulado: “Giants of Enterprise”, en donde se describe la vida y carrera de algunos prominentes y exitosos empresarios norteamericanos, como es el caso de Henry Ford y Thomas Watson, entre otros. En ese texto, Tedlow señala que constantemente estamos escuchando o leyendo noticias sobre algún nuevo “héroe” de los negocios, revolucionando e innovando cierto producto o servicio, dentro del libre juego de la oferta y demanda; pero lo más interesante es que el autor ha logrado identificar que estos hombres, fundadores de grandes compañías, comparten una característica en común, siendo esta el síndrome, en idioma noruego, de “stormannsgalskap”, teniendo la siguiente traducción: “la locura de los grandes hombres”.
Derivado de esto, sobra mencionar, que el propio Lashinsky cataloga a Jobs como un líder con “stormannsgalskap”, en sus días como jefe de Apple. Siendo alguien complicado para trabajar con él, pues se narran historias de subordinados agobiados por el estrés impuesto, no solamente por el estilo de trabajo de la compañía, sino por el propio Steve; contrapuesto, por otro lado, con el deleite satisfactorio al saberse parte de un equipo que revolucionó la concepción tradicional de las computadoras personales con la Mac; la industria de las telecomunicaciones con el iPhone; el mercado de la música con iTunes y el iPod, así como las computadoras portátiles con las tabletas al estilo del iPad, entre otros.
Pero, ¿qué hay de cierto entre esta enfermedad de locura y la creatividad e innovación? Según estudios de la psicóloga clínica, Kay Refield Jamison, de la Escuela de Medicina de la Universidad de John Hopkins, se ha logrado identificar cierto estereotipo entre la genialidad ligada a la locura, a razón de encontrar relación de esquizofrenia y bipolaridad en individuos altamente creativos e inteligentes.
Explicando sus conclusiones, la doctora Redfield Jamison, habla de un estudio realizado en Suecia, a 700,000 niños de 16 años, en donde efectivamente se determinó que aquellos elevadamente inteligentes, eran más propensos a desarrollar el desorden de bipolaridad, donde se libra una constante lucha entre la extrema felicidad y la depresión severa. De igual manera, el doctor James Fallon, de la Universidad de California-Irvine, afirma que las personas con bipolaridad, tienden a ser más creativas cuando salen de un fuerte estado de depresión. Como ejemplo, Christine Hsu, en su artículo: “Scientists Find Truth in “Mad Scientist” Stereotype: There Is a Link between Genius and Insanity”, comenta que ciertos prodigios como el pintor Vincent Van Gogh y el premio Nobel de Economía, John Nash, han desplegado comportamientos autodestructivos, a pesar de su inteligencia y creatividad.
Al leer lo aquí descrito, tal vez podemos inferir entonces la posible relación entre locura y genialidad, así como la necesidad de ese binomio creativo e innovador, sobre todo en la actualidad, donde las transformaciones y revoluciones de muchas industrias, se encuentran en cualquier esquina o dentro de alguna “cochera” y son llevadas a cabo por individuos, que se salen de la curva tradicional de distribución normal, convirtiéndose en seres geniales atípicos y así mostrando características o enfoques no tradicionales, muy útiles para lograr el cambio deseado, siempre ligado a la productividad y el beneficio de cierta compañía.
Sueño entonces que ese síndrome pueda ser transmitido y adquirido, para que en mi país, México, podamos contar con más individuos afectados por el “stormannsgalskap” y gracias a sus errores, iteraciones, y por ende, aprendizaje, impacten de manera positiva el crecimiento de diferentes industrias mexicanas y renueven así la confianza en lo “Hecho en México”, para después pasar al “Diseñado en México” y “Concebido en México”, con sus respectivas patentes de protección al autor. Pero siempre recordando que si bien esa locura genial puede conducir al éxito, la misma también cuenta con una cuerda tensa muy delgada, que se puede rasgar y romper, llevándonos al fracaso.
