El maltrato a nuestros primos…los chimpancés.

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Rodrigo Soto Moreno

Chimp Zoo (Wired)

Todavía recuerdo cuando leí que el célebre paleontólogo estadounidense, Stephen Jay Gould, decía que el hombre solamente es una rama del inmenso árbol de la creación y no como deidades en la cúspide de ese árbol, para supuestamente ostentarnos como la máxima creación de la naturaleza.

Somos solamente otra pequeña pieza el macro rompecabezas del cosmos y de la naturaleza, creados a partir de polvo de estrellas, como dijera Carl Sagan, y que debemos de comprender que para avanzar en materia evolutiva, resulta imperativo que podamos estar en simbiosis con otros seres vivos, además de respetar su hábitat, pues es erróneo pensar que cualquier animal se encuentre a nuestra disposición, sobre todo tratando de justificar que es en miras de la supervivencia de la especie humana.

Tampoco estoy diciendo que debemos darles rienda suelta a los animales y permitirles todo a su paso, sino que como especies con aparente superior capacidad de raciocinio, es imperativo que nosotros demos el ejemplo de cooperación hacia las demás especies que cohabitan el planeta.

Pero tal parece que lo anterior no ha logrado entrar en la mente de muchos hombres. Pero para ilustrar lo aquí descrito, es mejor ir directo a los hechos claros. Resulta que compartimos algo así como un 98.5% de genes con los chimpancés, aunque un reporte dentro de Proceedings of the National Academy of Sciences del 2002 sugería que compartíamos un 95% de nuestros genes con ellos.

Sea cual fuere el caso, es un alto porcentaje el que tenemos de similitud, dando como resultado que los chimpancés sean considerados como el pariente vivo más cercano del ser humano. Esto podría ser motivo de buenas noticias, para los chimpancés, pues de primera entrada no nos imaginaríamos lesionando a alguno de nuestros parientes, aunque fuese lejano. Grave error.

Según artículo de Wired magazine titulado: “Hepatitis C: The Last Chimpanzee Research Battleground”, escrito por Brandon Keim, se nos muestra el lado oscuro de tener tanto parecido genético con la especie humana. Esto a razón de que los chimpancés han sido objeto de experimentos médicos, con el fin de estudiar sus reacciones ante ciertas enfermedades, que aquejan a los humanos, para poder obtener vacunas o curas de las mismas.

En un ejemplo claro, Keim, nos platica en su escrito sobre Katrina, una chimpancé que a los 9 meses de edad fue separada de su madre y enviada a un laboratorio en Nueva York. En ese momento que tanto necesitaba de las caricias de su madre, para sentirse protegida y poder así explorar el mundo a su alrededor para estimular sus conexiones neurales, en cambio fue puesta en una jaula y sometida a la enfermedad de hepatitis C, pero no sólo eso, sino que más tarde fue infectada ahora con el virus de VIH. Todo esto, se supone, que con fines de investigación médica.

Keim nos relata que para los 15 años de edad de Katrina, ya había sido sedada unas 268 veces, dentro de las cuales 38 veces los doctores habían tomado una muestra de su hígado con una aguja y nunca se le había dado si quiera una aspirina cuando se despertaba. Derivado de esas múltiples anestesias, en una ocasión entró en arresto cardíaco y estuvo a punto de morir, pero fue revivida gracias a la intervención de los médicos investigadores.

Tristemente, nos sigue contando Brandon, la chimpancé empezó a sufrir delirio al despertar de la anestesia y en una ocasión se mutiló parte de su dedo gordo de la mano, al salir estresada de uno de esos episodios en donde la dormían para ser sometida a experimentos. A los 19 años siguió con problemas y se diagnosticó síndrome de estrés post traumático. Dentro del siguiente año y a raíz de toda su ansiedad y estrés, Katrina había perdido 18 kilos en promedio y su condición se deterioraba.

Para el año 2002, Katrina fue transferida al laboratorio de la Fuerza Aérea en Alamogordo en Nuevo México, en donde ya no se le ponía a prueba para ver cómo reaccionaba con ciertas enfermedades. Pero Brandon nos señala que 8 años después fue solicitada nuevamente para pruebas de laboratorio.

Al leer el caso anterior, conjugo en mi mente diversos pensamientos y uno de los cuales se hace más presente, es el enojo porque los seres humanos permitamos ese trato hacia los animales y peor aún, cuando se hace a “nuestros primos” genéticos, como lo son los chimpancés. Además de que después de leer los escritos de Frans de Waal, a raíz de observar los comportamientos de los primates, en particular de los chimpancés, me resulta claro que estos animales muestran claros síntomas de empatía, cooperación, altruismo, que dan luz a lo que podríamos llamar como inicios de la moralidad en nuestra propia especie.

Pero si tenemos tanto en común con los chimpancés, desde la parte genética, hasta la parte de cierto comportamiento moral, ¿por qué se sigue experimentando en ellos? La respuesta puede estar, en lo que describe Brandon Keim, pues tenemos que la hepatitis C es considerada como una enfermedad que mata a miles. Los datos arrojan que alrededor de 4 millones de personas son infectadas con esta enfermedad, tan solo en los Estados Unidos y unos 130 millones a nivel mundial. Pero para el caso de los norteamericanos se tiene que unos 10,000 morirán por ese padecimiento, mientras que otros 340,000 morirán en todo el mundo. Para el virólogo Stanley Lemon, de la Universidad de Carolina del Norte, en los Estados Unidos se tienen más muertes por la hepatitis C que por el VIH.

Derivado de lo anterior y gracias al sistema inmune de los chimpancés para atacar a la hepatitis C y luchar por su supervivencia, los médicos investigadores se han dado a la tarea de experimentar con estas criaturas, pero para médicos como Lemon, la investigación de los chimpancés ya no va a proveer más información para los tratamientos médicos, pues se ha llegado a ese pico de conocimiento, en donde ya no se puede llegar más alto y es así que algunas compañías han optado por detener las pruebas sobre estos “primos lejanos”, para beneficio de ellos.

Con todo esto no quiero decir tampoco que ha sido en vano toda la investigación y resultados médicos que han derivado de la experimentación en este tenor y que es cierto que gracias a los avances médicos, podemos gozar de mejor esperanza y calidad de vida, pero si es importante hacer hincapié en el modo en que se llevan los experimentos y en los sujetos que están siendo utilizados, sobre todo con la cercanía hacia nosotros como especie.

El debate se encuentra ahora en un panel de expertos que se va a llevar a cabo al final de este año, dentro del Instituto de Medicina de los Estados Unidos y sus conclusiones tendrán un fuerte impacto en el futuro de los chimpancés. Ojalá que estos científicos puedan recapacitar y comprender que no pueden disponer y tratar de esa forma a los seres vivos y menos a unos que se encuentran tan conectados con nosotros, en comportamiento y en genes y que seguramente sienten y sufren igual que nosotros. Incluso en ocasiones, en mi asalto a la inteligencia, vislumbro que sería mejor experimentar en aquellas manzanas podridas de la canasta de los homo sapiens, que lesionar a esas curiosas criaturas como lo son los pan troglodytes (chimpancé común).

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