El consumismo navideño…

Spread the love

Rodrigo Soto Moreno

Parece que resulta normal que en estas fechas navideñas y de fin de año, los seres humanos nos enfrasquemos en un frenesí por, aparentemente, aprovechar ofertas y regalarse o regalarle algo a sus seres queridos o familiares. Lo anterior tiene efecto en la gran mayoría de los individuos alrededor del orbe y el regalar o regalarnos parece hacernos sentir bien, tanto por dar como recibir.

Es así que bajo este tenor, nos hemos hecho presa fácil de los comercios, quienes ven incrementadas sus ventas y por ende sus ingresos. Por ello no es raro que veamos una serie de elaboradas estrategias de “rebajas” o los ya conocidos “meses sin intereses” para engancharnos a adquirir un producto o servicio, aunque tengamos que estarlo pagando durante todo el año siguiente para cancelar nuestra deuda, incluso privándonos de algunos productos necesarios en nuestra vida, con tal de darnos ese lujo extra o consentir a nuestro ser querido o consentirnos por el arduo trabajo llevado a cabo durante los meses anteriores.

Claramente observamos también el movimiento de las diferentes clases sociales, que en resumidas cuentas los de mayor poder adquisitivo salen a comprar a las tiendas en suelo estadounidense, especialmente la gente del norte del país; mientras que la clase media se atiborra en las plazas comerciales y en diferentes tiendas departamentales para saciar su ansia de comprar; por último los más pobres y con mayores carencias, solamente esperan afuera de un semáforo para tal vez vender unas cuantas luces de bengala, gorros de santa clos, entre otros productos o simplemente apegarse a la buena voluntad del transeúnte o automovilista, para que les de su aguinaldo o limosna navideña.

Todo esto visto simplemente desde la perspectiva económica, no representa mayor problema. Pues estamos solamente observando el libre juego de mercado entre la oferta y demanda de productos, en donde quienes obtienen mayor ingreso tienen mayor capacidad de compra y viceversa. Pero para mi gusto, cuando camino entre las tiendas en estas épocas, me resulta claro que muchas personas se comportan como si fueran “perros de Pavlov” y que realmente no pueden controlar su impulso y deseo de comprar por el simple hecho de comprar a manera de una adicción y no para suplir una necesidad, no básico, así como para darse un lujo merecido. Simplemente parecen estar condicionados o condicionadas para la compra y cuando detectan su campana, como alguna aparente oferta o descuento, se lanzan evadiendo a su razón y lógica, dejándose llevar por la emoción y el placer que obtienen al tener su bolsa de alguna tienda conocida, cuyo supuesto contenido los hará más felices y dichosos.

Pero esto es claro a razón de que la compleja coreografía social que hemos montado en la sociedad actual, da amplio lugar al estrés y la ansiedad y creemos que con las compras, con artículos nuevos que regalar o recibir, vamos a curar esos males y que la sonrisa momentánea del regalo nos va a durar toda el año que viene y motivar para crecer en lo personal y profesional, olvidando que ese placer efímero nos va a llevar a que volvamos pronto a la tienda, para tratar de prolongar esa felicidad.

En resumidas cuentas, la sociedad actual da a cuenta gotas el lugar a que las personas se sientan realizadas y tengan excitación neuronal por simplemente saber para ser, sino que abren el hidrante de agua para que los seres humanos busquemos el tener para ser. Lo anterior lo razono por la cuantiosas veces en que veo que alguna persona halaga a otra por su ropa, por su reloj, por su auto, por su casa, por su laptop, por su celular, entre otras cosas, y rara vez se hace un halago a la mente creativa de otro. Es decir, pensamos que alguien es superior, porque tiene mejor coche, mejor casa, mejor ropa, mejores membresías a clubes que nosotros y se nos olvida que la verdadera grandeza se encuentra en otras partes, como en la velocidad de disparo neuronal para la absorción y aplicación de conocimiento, así como en la empatía y cooperación que tenemos hacia otros seres humanos para continuar nuestra evolución y dar el siguiente paso, así como estar en simbiosis con la madre naturaleza.

No estoy diciendo que no hay que comprar, ni levanto mi bandera de socialismo, simplemente creo que debemos hablar de mesura y razonar la compra antes de tener todas nuestras tarjetas de crédito hasta el tope y el aguinaldo quemado en las primeras tiendas que se pusieron en nuestro camino. Hay que gastar, pues debemos de darle gasolina a la economía, para que los negocios prosperen, para que se dé el intercambio de bienes y servicios, pero nuevamente con mesura y analizando mi capacidad crediticia y de flujo de efectivo. Uno de los grandes problemas de los norteamericanos, situación de la que también muchos mexicanos padecen, es que viven con sus bienes hipotecados, las tarjetas de crédito llenas, así como otros créditos bancarios para financiar su casa y negocio, todo esto sin tener la responsabilidad o el plan adecuado de pagos para enfrentar la deuda adquirida con antelación. Muchas de las quiebras personales y empresariales se centran en la irresponsabilidad de las personas y los dueños para afrontar la deuda que adquirieron, enfrentándola y pagándola, no huyendo.

Para terminar me gustaría cerrar con dos frases: sería primero la de la película del Club de la Pelea, que dice: “Las cosas que posees te terminan por poseer” y la segunda, utilizada por mi padre, sería la de San Francisco de Asís: “En la vida necesito pocas cosas y de las pocas cosas que necesito, las necesito poco”.

Debemos entonces establecer un balance y consumir lo que verdad necesitamos, así como darnos un lujo, cuando lo ameritemos y en verdad se pueda en términos de nuestra economía.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *