Dicen que lo cortés no quita lo valiente…la psicología del perdón.

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Rodrigo Soto Moreno

La relación laboral se había tornado un poco ríspida y compleja, por lo que Mauricio analizó la situación brevemente y tomó cartas en el asunto, salió de inmediato de su oficina y bajó las escaleras de forma pausada, con el fin de darse el tiempo necesario para elucubrar la exposición y diálogo que iba a tener en los siguientes segundos.

Tocó de forma cordial en la oficina de Luis y escuchando la voz de su compañero que dijo “adelante”, giró la perilla de la puerta y abrió la misma. Al entrar, vio que Luis seguía metido ingresando datos en el teclado de su computadora personal y buscando llamar su atención y hacerlo salir de esa rutina, Mauricio le expresó lo siguiente: “Mira Luis, vengo a tu oficina a pedirte perdón por lo sucedido en la reunión de flujo financiero, realmente tú tenías razón en los números y debí de reconocerlo delante de nuestro jefe. Es para lo único que vengo”. Terminando de decir aquellas palabras, se dispuso a salir de la oficina de Luis, pero antes de que llegara a la puerta, el mismo Luis se levantó y le dijo: “Compañero, te agradezco tus palabras y creo no debí de ofuscarme tanto contigo”, mientras le ofrecía la mano para reforzar la amistad y darle punto final a esa situación.

Mauricio se sintió satisfecho de la reacción obtenida por Luis y aunque para muchos hubiera sido un signo de debilidad el ofrecer una disculpa, para él fue un símbolo de seguridad, pues lo anterior lo traducía como un aprendizaje más en su devenir histórico.

Similar a la historia anterior, muchas personas tienen dificultades para pedir perdón y aún más para expresarlo delante de la persona a la que se lo deben. Además de que muchos otros individuos consideran como un sinónimo de debilidad el tener que reconocer la culpa y pedir una especie de indulgencia del afectado.

En estudios recientes del psicólogo Andrew Howell y sus colegas de la Grant MacEwan University en Edmonton y publicados, de forma sintética, por Lauren F. Friedman en Scientific American Mind de noviembre y diciembre de 2011, aplicaron un cuestionario a diversas personas con el fin de medir la disposición de un individuo para solicitar el perdón de otro.

Al cruzar esos resultados del cuestionario con la personalidad de cada persona estudiada, se comprobó lo que pensaba Howell, en donde aquellas personas que mostraron signos de compasión y reconocimiento fueron los más propensos a pedir perdón.

Por otro lado, este mismo estudio reveló cierta información para los que no son capaces de pedir perdón, mismos que son identificados con las personas que tienen baja autoestima y que continúan sintiéndose mal después del altercado en cuestión, en comparación de aquellos individuos con alta autoestima que tienden a reconocer su error y afrontarlo con la búsqueda de perdón de la parte afectada.

Como conclusión el psicólogo investigador, Andrew Howell, la clave para aceptar el error y pedir perdón se encuentra en el nivel de autoestima del individuo, quienes tienen poca o baja autoestima rechazan fuertemente pedir perdón, mientras que los que tienen alta autoestima son proclives a reconocer una falta y solicitar el perdón. Además se hace mención que las personas narcisistas o con un ego muy grande no tienden a ofrecer una disculpa o pedir perdón.

En mi particular experiencia, no tengo problema de reconocer algún error y pedir el perdón correspondiente y no por ello me siento menos o baja mi autoestima al hacerlo. Aunado a esto también creo prudente tener la bonhomía correspondiente saber perdonar a alguien que nos ha ofendido…claro, siempre y cuando la ofensa no sea tan grave…

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