Rodrigo Soto Moreno
En esas filosóficas charlas que alguna vez hemos sostenido con cierto amigo o compañero filósofo, estamos acostumbrados a tocar el tema de la muerte, que como dijera Steve Jobs: “la muerte es el destino que todos compartimos, nadie se ha escapado de ella jamás y así es como debe ser, porque la muerte es, con toda probabilidad, el mejor invento de la vida”. Sin embargo, se nos olvida que otro aspecto, que puede ser previo a la muerte, son las enfermedades y que de ellas tampoco nos escapamos o por lo menos, no conozco a alguien que nunca se haya enfermado.
En este tenor, luchamos para prolongar la muerte, auxiliados por el conocimiento médico y la industria farmacéutica, así como por las nuevas terapias y tratamientos que se siguen desarrollando gracias a la investigación de los doctores en medicina.
Sin embargo, en ese frenesí por tratar al paciente, es común que muchos médicos se precipiten a recetar medicamentos antes de tener el diagnóstico adecuado para el tratamiento que debe seguir el enfermo. Pues resulta que los medicamentos pueden traer, a veces, más problemas que soluciones a la vida sana del individuo.
Por ejemplo, dentro del artículo de Carrie Arnold, titulado “At Risk for Psychosis?”, publicado en Scientific American, se habla sobre los casos específicos de psicosis, que según la escritora es aquella enfermedad mental en donde la persona en cuestión, pierde contacto con la realidad, este tipo de pacientes presenta problemas para enarbolar pensamientos coherentes y racionales, cayendo en ocasiones en alucinaciones al escuchar voces que ficticias que las interpretan como reales.
Arnold nos explica que resulta complejo diagnosticar correctamente a un paciente con psicosis, por lo que algunos médicos e investigadores argumentan la necesidad de incluir en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) un apartado sobre el riesgo de psicosis, aunque para otros resulta innecesario.
Lo cierto es que muchos psiquiatras se apresurarían a medicar a un paciente que probablemente tenga síntomas de psicosis y son pocos los que aceptarían probar con otro tipo de terapias, antes de llegar a la ingestión de medicamentos. Llevando esto a un ejemplo práctico, Carrie Arnold nos presenta el caso de Miguel, quien muestra dificultad para relacionarse con otros y hacer amigos, además de este desapego social, muestra claros síntomas de paranoia al declarar que sus compañeros de escuela le revisan su casillero cuando él no está y su carácter se ha direccionado hacia el enojo.
Como lo dijimos, este caso de Miguel se presta para que los psiquiatras prescriban medicamento para evitar que la situación empeore, pero algunas de estas drogas se asocian con efectos secundarios relacionados al aumento de peso, aumento de la glucosa en la sangre, aumento de colesterol y dificultad para moverse, que muchas veces asemejan a poner al paciente en un estado de letargo indefinido, con la mente ausente de su cuerpo.
Pero existen otros tratamientos para determinar si en verdad el paciente es psicótico o no. Por ejemplo Arnold nos ofrece la terapia cognitiva de comportamiento, en donde se le pide al paciente que debe sustentar sus alucinaciones con pruebas reales. También el psiquiatra G. Paul Amminger de la Universidad Médica de Viena en Austria, documenta que algunos pacientes pueden ser tratados simplemente con Omega 3 o algún otro suplemento graso de la misma naturaleza, encontrado que estos reducen en un 23% el desarrollo completo de psicosis, en pacientes jóvenes. Incluso en otro estudio en Australia, liderado por el psiquiatra Patrick McGorry, de la Universidad de Melbourne, encontró que 6 de cada 10 personas que estaban consideradas como de alto riesgo para desarrollar psicosis, nunca llegaron a padecerla.
El punto central es que la premura de los doctores por recetar medicamentos y las dosis de los mismos, suelen ser contraproducentes si el diagnóstico no es correcto, haciendo que el paciente deje su personalidad y su cuerpo en manos de esos agentes orgánicos que los hacen también convertirse en potenciales adictos al mismo, por un mal diagnóstico estamos llevando a un paciente a ingerir drogas que le causarán un daño posterior, contrario a que si lo hubiéramos llevado ya sea con terapias cognitivas a confrontar lo irreal de su paranoia o con el mencionado Omega 3 cuando aplique.
La clave entonces es desarrollar nuevos métodos que permitan identificar claramente a los pacientes que son propensos a desarrollar psicosis y que pueden dárseles tratamientos preventivos para evitar que surja la enfermedad, así como tratarlos cuando ya hayan caído dentro de ese padecimiento con drogas específicas que no lesionen su desempeño.
Extrapolando lo descrito, he sido testigo de casos en los que amigos o compañeros han asistido a al médico para un chequeo tradicional, y regresado con un buen paquete de medicamentos, que al final del día transformaron su forma de actuar o empeoraron en su salud, pero no porque ya iban enfermos, sino debido a que los enfermaron las medicinas, pues en el momento en que suprimieron o disminuyeron la cantidad de medicamento, volvieron a sentirse vigorosos y sanos.
Es así que pedimos a los doctores que antes de recetar medicamentos o drogas, tengan en su mano todos los análisis y estudios correspondientes para diagnosticar correctamente para que así se tome la decisión si el paciente toma el camino tradicional de poner en su agenda la ingesta de fármacos o por el contrario se le pida que realice ejercicio, coma sanamente, confronte su realidad con terapia cognitiva e incluso que se le ofrezcan un placebo para ver su efecto, pues es bien sabido como la mente convencida de que está en buenas manos, coadyuva a la pronta recuperación del organismo.
