Rodrigo Soto Moreno

Me han platicado sobre Leviatán, un monstruo regordete y enorme, con poder descomunal y que estira sus tentáculos hacia todos nosotros, a veces de forma simple, burda y torpe, otras con fuerza bruta al grado de asfixiarnos, causando que anhelemos eludir y escapar de esos brazos para nunca tenerlos más sobre nuestro cuello. Pero todo lo anterior argumentando que lo hace para nuestro beneficio, pues de lo contrario, si estuviésemos solos no sabríamos qué hacer, y provocaríamos la anarquía, dando como resultado lesiones a lo que conocemos como sociedad.
Además pareciese que él siempre nos recuerda que debemos estar tranquilos pues, sin lugar a dudas, se encuentra alerta de todas nuestras necesidades y listo para satisfacerlas, dejando a cada uno de los ciudadanos sin hambre y con casa y vestido. Además de procurar la seguridad, justicia e igualdad de oportunidades para todos nosotros, con el fin de que podamos crecer en lo personal y sobre todo en lo profesional al alcanzar el éxito. Él es nuestro guía, nuestro protector, nuestro líder, nuestro fiel amigo y seguro servidor.
Pero la realidad es que Leviatán está ciego y no ve su realidad, en donde se comporta como una bestia de dimensiones desproporcionadas y torpe, tratando de cuidar a un puñado de hormigas y aunque sus intenciones sean, aparentemente buenas, solamente las pisa dándoles muerte y sus acciones se acercan más a las del escorpión, en la fábulas de Esopo, en donde pica a la rana, a pesar de que ésta lo cruzó de un extremo a otro del río, siendo la justificación del artrópodo que lo disculpe, pero que está en su naturaleza hacerlo y no lo puede evitar.
Valga esta digresión y alusión para explicar que este Leviatán se aleja a la descripción de monstruo mitológico bíblico y se acerca más a la concepción realizada por Thomas Hobbes, dentro de su libro con el mismo nombre, justificando la posición autoritaria y casi dictatorial de algunos gobiernos. En este tenor nuestro Leviatán efectivamente se refiere a aquel sistema de administración pública que justifica su posición de comportarse como hidra, aludiendo a la mitología griega, en donde surgen “dos cabezas” por cada una que cortamos para hacer más eficiente su gestión y en donde sus tentáculos babosos y musculosos le impiden respirar con facilidad a todo aquel habitante bajo su mandato.
En resumidas cuentas, pienso que mientras tengamos más gobierno, derivaremos en contar con menor capacidad de crecimiento económico y menor prosperidad para los ciudadanos. Esto me lleva a inferir en la tesis siguiente: menos gobierno nos ayuda al flujo del libre mercado, con el tradicional estira y afloja de la oferta y la demanda, aunado al incremento en la capacidad emprendedora e innovadora de los individuos.
Todo esto es a razón de lo dicho por la revista The Economist, dentro del escrito titulado: “The innovation great debate”, en donde argumenta que “cuando el gobierno era pequeño, la innovación era más sencilla, ya que los industrialistas podían realizar alguna mejora a un proceso o modificar cierto diseño, sin tener a personas del gobierno señalando la violación de cierta regulación”. Claro, aquí se debe tener claro que la regulación es importante, por parte del gobierno, pero cuando la misma cae en lo excesivo, influye directamente en la capacidad innovadora de todo individuo u organización. Como muestra positiva, en el tema de la regulación, podemos mencionar los logros en materia de medio ambiente para evitar la contaminación del hábitat de los seres humanos y de otros seres vivos.
En este tenor, contamos con otro ejemplo del mismo artículo de la mencionada publicación, en donde se refiere a que “el estado ha fracasado notablemente en abrirse e incorporarse a la innovación, esto debido al claro estancamiento de la productividad en el sector público. Además los sindicatos han logrado, en la mayoría de los casos, impedir a los gobiernos la publicación de indicadores de desempeño, mismos que en otras áreas del mercado son motivo suficiente para innovar”. De igual forma el escrito, en The Economist, señala que existe un gran potencial de innovación en los sectores de salud y educación, pero que desgraciadamente los mismos son muy cerrados.
Al final la lección, desde mi perspectiva, es que los ciudadanos debemos aceptar la regulación, pero evitar una sobre regulación, además de solicitar al gobierno que se abra a la creatividad de los momentos Eureka de los ciudadanos, así como a la innovación ligada a la productividad. Esto ya que el mismo The Economist señala: “aquellos gobiernos que hacen las cosas bien, son los que se quitan del camino de los emprendedores, reformando sus sectores públicos y realizando inversiones de forma sabia, buscando que los beneficios sean grandiosos y rieguen a la mayor parte de la población”.
Pero al final, siguiendo con las metáforas, si sentimos que nos asfixian los tentáculos de Leviatán, deberemos seguir el ejemplo del héroe mitológico griego, Heracles, quien acompañado de su sobrino enfrentó a la hidra y fue cortándole las cabezas con su espada, pero para evitar que surgieran nuevas y más fuertes, convirtiéndose en una tarea sinfín, al estilo de la de Sísifo, pidió ayuda a su sobrino para que quemase cada corte que hiciese y así evitando la regeneración de ese miembro rector en la bestia, logrando darle fin a la misma y proclamarse vencedor de otra tarea en su gran devenir de logros.
Pidamos entonces menos gobierno, menos regulación y más apertura del libre mercado, con la bienvenida por añadidura de la creatividad ligada a la innovación productiva.
