Buscando evitar la extinción de los alimentos…

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Rodrigo Soto Moreno

Como lo hemos visto en otros escritos, la batalla entre Malthus y Borlaug no ha terminado pues se observan en el horizonte nuevos enfrentamientos entre la escasez de la comida versus la modificación de los alimentos, de forma biotecnológica, para contrarrestar el hambre que todavía persiste en el planeta.

Es por ello que vale la pena mencionar el nuevo artículo de Charles Siebert, titulado “El arca de los alimentos” publicado en National Geographic, en donde se habla en principio de que para poder alimentar a la creciente población, se debe duplicar la producción, sobre todo de granos. Es así que científicos como Cary Fowler, quien ha creado una estructura denominada “Bóveda Global de Semillas de Svalbard” en Noruega, tiene el objetivo de preservar semillas de ciertos alimentos, en primer lugar para evitar que se extingan y por el otro estar preparados para utilizarlos con la finalidad de aumentar la producción alimenticia.

Tomando lo anterior, estamos acostumbrados a hablar sobre la extinción de animales pero no de extinción de variedades de alimentos provenientes de las plantas. Sin embargo, como lo dice Siebert, la extinción de este tipo ocurre en todo el mundo y de forma muy veloz, pues nos cita el ejemplo de que en los Estados Unidos se calcula que el 90% de las variedades históricas de frutas y vegetales ha desaparecido. Además, en otro ejemplo, Siebert dice que de las 7000 variedades de manzanas que se cultivaban en el siglo XIX, ahora quedan 100 o menos. También, en China, se ha extinguido el 90% de diferentes tipos de trigo que se cultivaban en el pasado. Para el caso de las razas de ganado, de igual forma Seibert, nos dice que se conocen 8,000 diferentes y que actualmente 1,600 están en peligro de extinción o extintas.

Para darnos una idea general de las extinciones que están sufriendo los cultivos, mencionare algunos casos presentados en 1983 por el Laboratorio Nacional de Almacenaje de Semillas de Estados Unidos, en donde tenemos que:

Existían 338 variedades de melón, pero ahora hay solamente 27

Existían 497 variedades de lechuga, pero ahora hay solamente 36

Existían 463 variedades de rábano, pero ahora hay solamente 27

Existían 408 variedades de tomate, pero ahora hay solamente 79

Existían 285 variedades de pepino, pero ahora hay solamente 16

Los números son claros, además de los cambios producidos por el hombre al medio ambiente, en donde ha diezmado las poblaciones de plantas y animales, es claro que diversos agentes patógenos que afectan los cultivos y el ganado, crean riesgo para la cantidad de alimento disponible para nosotros.

En otras palabras, al tener menos variedad de cultivos, por ejemplo una sola variedad o tipo de tomate y si llega una plaga o enfermedad que lo ataque diezmando o extinguiendo el mismo, entonces ya no tendremos tomate, caso contrario si tenemos otras variedades, que pueden ser resistentes a esos embates, entonces el cultivo de tomate estará disponible para consumo.

Un ejemplo histórico muy conocido y recordado por Seibert en su escrito, fue cuando en el siglo XVI los españoles llevaron por primera vez la papa a Europa, traída desde los Andes peruanos. Misma que para el siglo XIX, era la base de la alimentación en Irlanda, principalmente la variedad llamada “Lumper”, que siendo infestada por el hongo Phytophthora infestans hizo que la producción de papas se perdiera causando una enorme hambruna en los irlandeses y por consecuencia la muerte de millones o la emigración de ellos hacia otros países, buscando su supervivencia.

Ante lo aquí descrito debemos recordar, como nos lo señala Charles Seibert, como especie nos tomó aproximadamente 10,000 años para domesticar especies y crear la anterior vasta diversidad de cultivos. Además de que en ese tiempo los granjeros y ganaderos adquirieron una gran experiencia en sus cosechas, que fueron pasando de generación en generación, por lo que aparte de pensar en tener esas “arcas” de semillas para rescatar a productos ancestrales que puedan alimentar a la población mundial, es necesario guardar también el conocimiento de todas esas personas de campo que gracias a su propia experiencia, sabían determinar cuál cultivo era más resistente a una sequía, a un hongo, a cierto clima, etcétera.

La tarea biotecnológica actual debe buscar, por un lado el preservar el cámaras frigoríficas las semillas de los cultivos del futuro, así como la inteligencia extrasomática de los agricultores que con tanto trabajo han creado un acervo mental de sus procesos y estrategias para conseguir que sus cosechas prosperen y salgan adelanta para llegar a la boca de cada uno de nosotros. Resulta vital que ese conocimiento, con tintes empíricos y científicos, sea preservado con la misma acuciosidad que las semillas que germinan en los plantíos, de tal forma que las nuevas arcas sean un combinado de alimentos y conocimiento.

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