Rodrigo Soto Moreno
Desde que salimos del vientre materno, tenemos un encuentro con el mundo y por ende con un sinfín de interacciones que vamos absorbiendo de ellas información, misma que nos es útil cuando en el devenir de nuestra vida, para que ante ciertas situaciones, que enfrentemos, tomemos una decisión de acción y reacción de acuerdo a esas experiencias previas.
Todos nuestros sentidos interactúan con el medio ambiente, al que estamos expuestos, y envían información al cerebro para almacenar datos y posteriormente interpretar caminos adecuados que garanticen la prosperidad y el éxito para nuestra evolución en particular.
Un punto crucial aquí, es la formación de la conciencia y el proceso cognitivo que tiene el ser humano, para experimentar el mundo y todo lo que nos ofrece. De lo anterior, no es por tanto extraño que un bebé quiera tocar todo y llevarse de igual forma todas las cosas a la boca para probar, así como observa con atención lo novedoso y escucha a detalle los sonidos que llegan a sus oídos, para que cada sentido envié la información adecuada al cerebro, se procese y se deseche o guarde, en una especie de minería de datos, aquello que es útil de lo que no.
Este tema, de la conciencia y el proceso cognitivo de comprender el universo de información con el que interactuamos y tomamos decisiones conducentes, ha fascinado a los científicos, es por ello que se han dado a la tarea de tratar de comprenderlo.
Para lograr lo anterior investigadores han desarrollado una rata virtual denominada: “Animat”, misma que de acuerdo al artículo de Virginia Hughes, titulado: “Body Conscious” y publicado en New Scientist, se nos explica que la interacción de este ser virtual ha avanzado, pues ha logrado aprender los colores y el espacio a su alrededor, todo esto gracias a la información recibida de sus sentidos.
La clave de la inteligencia de Animat reside en la programación hecha por sus creadores, Versace y Ames, dentro de la Universidad de Boston, quienes se han dado cuenta que debe aprender de la misma forma en que un ser humano lo hace, desde que nace, y es cuando la inteligencia depende en la forma en que nuestro cuerpo siente el mundo. Con este tipo de desarrollos de programación, se quiere lograr que los robots puedan pensar inteligentemente y de igual forma en que lo hacemos nosotros.
Hughes nos recuerda el reciente caso de la computadora Watson que ganó el concurso de Jeopardy, derrotando a dos campeones del mismo, pero para ello requirió utilizar sensores sofisticados, así como acceder a una gran base de datos en 90 servidores, para cual tuvo que consumir 80 kilowatts, energía que sería suficiente para alimentar una pequeña ciudad. Sobra decir que es demasiada, sobre todo cuando la comparamos con el cerebro humano que solamente consume la energía de un foco y ocupa menos volumen que un refresco de 2 litros, según dice el científico computacional de IBM, Dharmendra Modha.
En ese pequeño volumen y consumiendo poca energía, se esconde la brillantez y creatividad inteligente de nuestra caja neuronal, donde Virginia Hughes comenta que nuestra inteligencia no proviene de la lógica, sino de nuestra habilidad para responder a la ambigüedad y ajustarnos velozmente a las situaciones cambiantes.
Esa idea es compartida por el investigador en inteligencia artificial Rolf Pfeifer, de la Universidad de Zúrich en Suiza, quien replica que la idea de que la pericia humana puede ser traducida con reglas de lógica, era una errónea. Lo que se requiere, al construir inteligencia artificial, es copiar lo que sucede con nosotros en la naturaleza, quienes dependemos de nuestros sentidos para sobrevivir de forma independiente y sin manual de instrucciones específicas. George Lakoff, científico cognitivo de la Universidad de Berkeley, coincide con todo esto y explica que la inteligencia humana se encuentra ligada inextricablemente a la forma en que nuestros cuerpos y sentidos interactúan con el medio ambiente.
Volviendo al caso de Animat, su diseño se centra en lo que sucedería en el mundo animal, en donde depende de la retroalimentación que sus sentidos virtuales le den, en forma de sensores que tiene en su piel y en los ojos, por mencionar algunos. Dentro de sus neuronas se ha programado para que pueda identificar colores, como se dijo, además de aprender a coordinar sus funciones motrices e incluso se le introdujo la ansiedad y estrés para darle más realismo al medio ambiente en que un ratón o cualquier ser vivo se encuentra expuesto. Aparte, el mundo donde se desempeña, obedece a las leyes físicas del real, incluida la fuerza gravedad.
Describiendo un poco el mundo virtual de Animat, Hughes nos dice que está compuesto por una alberca azul, rodeada de postes de diferentes colores y al igual que otras ratas reales, a nuestro amigo robot no le gusta el agua, para lo cual cuenta con la mencionada ansiedad y estrés en su sistema neuronal. Para escapar del agua, Animat debe localizar una plataforma que está cerca de unos de los tubos de la alberca.
En el primer experimento, Animat tardó en total unos 45 minutos para nadar y localizar la plataforma y salir del agua, situación que le ayudó a bajar drásticamente los niveles de estrés y ansiedad, mientras que sus conexiones neuronales disparaban en como en un sistema de recompensa cerebral tradicional por salir de la estresante agua. Su aprendizaje en este experimentó nos dice Hughes, fue determinar el lugar de la plataforma, gracias a la identificación del color del poste al cual se encuentra pegada.
Después de 4 experimentos similares, Animat pudo nadar directamente a la plataforma, en el momento en que se le dejaba en el agua. Todo gracias a la información recibida por sus sentidos, procesada y analizada por su cerebro y que le permite trazar un camino de acción ante determinado escenario que se le presente, como lo es salir del agua para eliminar su ansiedad.
Sin embargo la verdadera prueba vendrá cuando Animat salga de su mundo virtual y se enfrente al mundo real. Para Versace, es necesario que este animal virtual tenga refuerzos negativos (estrés en el agua) y positivos (conseguir salir del agua al subirse a la plataforma) para que se puedan crear las representaciones de lo bueno y lo malo. Pues como lo dice Hughes, para algunos científicos cognitivos la base de la conciencia se encuentra precisamente en esos mecanismos básicos de ansiedad y alivio, que es el mismo camino que sigue la formación de la conciencia humana.
Gracias a estos estudios nos acercamos más a comprender el proceso cognitivo y el arribo de la conciencia, donde como leemos, la interacción que nuestro cuerpo y sentidos tiene con el mundo exterior es crucial para el intercambio de información y la formación de pensamientos conscientes sobre alguna situación en particular, que al compararla con el cúmulo de datos que tengo en mi memoria, me permite tomar cierto camino en particular o accionar y reaccionar de cierta manera.
