A pesar de ser inocente, me declaro culpable…

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Rodrigo Soto Moreno

Se sintió dentro de una novela de Kafka, particularmente en la titulada “El Proceso”, pues se le imputaban crímenes que no había cometido. Pero ante los duros cuestionamientos de los oficiales y las supuestas pruebas que tenían en su poder, mismas que estaban siendo analizadas en el laboratorio para obtener los resultados en cualquier momento, hacían que José se sintiera perdido, nervioso y agotado.

Empapado en su propio sudor y con la mirada borrosa quería terminar con el suplicio que significaba el interrogatorio al que se encontraba expuesto. De pronto se le ocurrió una descabellada idea, misma que podría ser demasiado riesgosa, pero confiaba en su inocencia para llevarla a cabo. Fue así, que cuando entraron de nueva cuenta sus inquisidores, José los desarmó al aceptar la culpabilidad de lo que se le acusaba. Desconcertados, los supuestos garantes de la ley, charlaron en voz baja y lo único que José pudo escuchar fue: “pobre iluso, pero ya cayó”.

Después de leer el artículo en The Economist titulado: “False Confessions, Silence is golden”, no me resulta tan extraño que alguna persona siendo inocente se declare culpable. En lo que evidentemente podría parecer una novela de Franz Kafka, por el aparente sin sentido de la determinación de aceptar un crimen y ser sujeto a un castigo por ende, algunos estudios han encontrado que efectivamente las personas tienden a adoptar este tipo de extraño y bizarro comportamiento.

De primera instancia el artículo mencionado nos dice que desde 1992, el Proyecto Inocencia, que es una organización benéfica estadounidense, ha logrado exonerar a 271 personas que erróneamente fueron condenadas, todo esto gracias a pruebas de ADN. Sin embargo, el verdadero meollo del asunto no está en la exoneración misma, sino que a pesar de ser inocentes, una cuarta parte de ellos (aproximadamente 68 personas) se declaró culpable de lo que se le imputaba. Esto resulta ser un porcentaje muy alto de personas que siendo inocentes, tienden a adquirir la culpabilidad sin sentido aparente.

Por ejemplo, dentro de un experimento llevado a cabo por Saúl Kassin y Jennifer Perillo de Colegio John Jay de Justicia en Nueva York, en donde se tuvo a 71 estudiantes que se les dijo que mediante una prueba se les iba a medir su tiempo de reacción. La prueba consistía en que una persona, en contubernio con el experimentador, iba a leer en voz alta las teclas de un teclado y los participantes tenían que pulsar las mismas cuando se mencionaran, bajo la advertencia que tenían que evitar la tecla ALT porque causaba un falló en la computadora y se perdía toda la información del experimento en cuestión.

Curiosamente la computadora estaba programada para que dentro de unos cuantos minutos iniciada la prueba, se bloqueara y fallara borrando toda la información. Al suceder esto, el experimentador cuestionaba a los participantes si habían pulsado la tecla ALT, actuando molesto cuando veía que la información se había borrado (aunque ya sabía que esto iba a suceder). Increíblemente solamente una persona en realidad había pulsado la tecla ALT, pero debido a las fuertes acusaciones e interrogaciones a que fueron sometidos los participantes, de igual forma una cuarta parte de ellos aceptó haber pulsado la tecla ALT, a pesar de no haberlo hecho y ser inocentes.

Lo que pareciera solamente posible dentro de una película o dentro de una novela, resulta tener amplias posibilidades de suceder en la vida real. No está claro si los participantes, sienten demasiada presión de los interrogadores o quieren evitarse la molestia de enfrentarlos y por ende toman el camino sinuoso y peligroso de aceptar la culpabilidad de algo que no hicieron. Para el doctor Kassin existe la posibilidad de que los participantes piensen que el mundo es un lugar justo y que al final la verdad ayudará a esclarecer la inocencia de ellos, saliendo victoriosos de las garras de la injusticia.

Para mi gusto, el mundo dista mucho de ser un lugar justo, a veces parece ser todo lo contrario, un lugar lleno de injusticias, en donde todos estamos expuestos a tratar de ser usados como “chivos expiatorios”, así que es mejor defender nuestra inocencia, tal vez al grito olvidado de la Revolución Francesa con libertad, igualdad y fraternidad. Además después de casos como el de la película de “Presunto Culpable”, me queda claro que la justicia en mi país se encuentra muchas veces en las manos sucias de inquisidores que solamente justifican su trabajo fiscalista encerrando personas gritando, al unísono: “primero encarcelen y luego averigüen”.

Ahora tampoco abramos las puertas de las cárceles y dejemos salir a todos, pero sería interesante hacer un análisis del sistema de justicia en el país. Seguramente encontraremos personas que por no tener dinero para salir, cometieron un crimen pequeño y pagan con un alto precio el mismo, mientras que otros por ser considerados menores de edad salen libres de forma rápida y otros abrazando la bandera de los derechos humanos son protegidos de forma impune, a pesar de estar completamente comprobada su culpabilidad. Por último me gustaría compartir lo que escuché de alguien cercano, que me dijo: “debemos recordar que los derechos humanos, son para los humanos derechos”.

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