Número 13 – Fecha: 19 de Agosto al 1 de Septiembre 2005. Página18 y 19.
La Cultura del “Super Size Me”
Cierto día que platicaba con un famoso historiador nuevoleonés, me comentaba que en las crónicas que Bernal Díaz del Castillo se menciona que los españoles se sorprendieron al ver un “indio gordo”, pues la población prehispánica en su mayoría era delgada. Esto dista mucho de la realidad actual, pues en nuestro país y también en nuestro estado existen problemas de mala alimentación, lo que redunda en uno de sus síntomas característicos, que es la obesidad.
Relación entre hábitos alimenticios de Texas y Nuevo León
Una premisa que podemos tomar en cuanto al porqué del sobrepeso en Nuevo León, puede ser precisamente nuestra cercanía con Texas. Recientemente, en un video documental de Morgan Spurlock se comentó que Texas es uno de los estados con mayor índice de obesidad en todo Estados Unidos.
Tal parece que, en nuestra dieta diaria, estamos copiando esquemas alimenticios de ese estado norteamericano, pues vemos cómo nos invade su estilo y tipo de comida, sobre todo la “rápida”.
La cultura del “Super Size Me”
En este video, titulado Super Size Me, Spurlock se dedica a comer exclusivamente en Mc Donald´s durante 30 días, probando todas las opciones del menú y sólo aceptando que le incrementen su orden a tamaño “grande” cuando se lo ofrezcan en el mostrador; es decir, la típica opción de: “por 10 pesos más, papas y refrescos grandes”.
El resultado fue que la salud de Morgan decayó rápidamente, con mal funcionamiento de su hígado, alto nivel de grasa y colesterol, fatiga, dificultad al respirar, ansiedad por comer las hamburguesas, entre otros, así como un aumento considerable de peso. Al final, este estudio nutricional derivó en un fuerte golpe para la empresa Mc Donald´s ejemplificando el riesgo que se tiene al ingerir esta clase de alimentos de manera habitual.
También en un artículo de Harvard Business Review, Craig Lambert dice que los norteamericanos están constantemente expuestos a la cultura del “Super Size Me”; es decir, la práctica común en ese país es que todo sea cuantioso y voluminoso, como las casas, las camionetas, los esteroides, pero reflejándose aún más en la cantidad y mala calidad de la comida.
Mercadotecnia tóxica y vida sedentaria
Uno de los argumentos en que se basan tanto Spurlock como Lambert es precisamente la mercadotecnia tóxica, a la que estamos expuestos los consumidores para adquirir productos de bajo nivel alimenticio y que no contribuyen al enriquecimiento de nuestro cuerpo y mente. Igualmente, los esfuerzos de instituciones como la Organización Mundial de la Salud se ven minados ante el poderío económico – comercial de las empresas que sólo buscan el dinero al vender productos que afectan la salud de las personas.
Otro punto importante es la comodidad en la que vivimos, y nuestra vida sedentaria. De acuerdo con el doctor en medicina, José Enrique Campillo Álvarez, pasamos gran parte de nuestra vida frente al televisor o a una computadora. Y, al igual que Lambert, comenta que los niños presentan altos índices de sobrepeso, debido a la falta de ejercicio, por suplir éste con un videojuego.
La alimentación actual y nuestra evolución
Los seres humanos no fuimos hechos para estar sentados gran parte del día y dejar el ejercicio a un lado; incluso, si recordamos a los primeros homínidos, podemos imaginar como estos tenían que recolectar o cazar su comida. Ellos tenían que ingeniárselas para matar a su presa o tomar los frutos de alguna planta.
Es decir, gastaban gran parte de energía en conseguir alimento; de ahí que requiriesen una forma para acumular grasa que posteriormente fuese usada si la comida faltaba. La teoría del “gen ahorrador”, formulada por James V. Neel, recobra fuerza en nuestra actualidad; su fundamento es que para poder sobrevivir largos períodos de hambre, nuestros antepasados guardaban la grasa para que de ésta pudiesen sacar energía cuando fuera necesario.
El problema actual es que muchos seres humanos cuentan con esta genética en su organismo, lo cual, aunado a la vida sedentaria y la falta de ejercicio, hacen que este gen se convierta en una molestia, pues ayuda a que se acumulen grasas que no van a ser quemadas por el organismo, y que generan un aumento de peso.
¿Cómo controlar nuestro peso?
Para saber si tenemos sobrepeso, antes que nada debemos realizar una simple operación matemática para obtener el Índice de Masa Corporal. El cálculo es dividir lo que pesemos en kilogramos entre lo que medimos en metros al cuadrado, la fórmula es:
IMC = Peso en kilogramos / (Altura en metros)2
Los resultados se pueden interpretar de la siguiente manera:
Menor a 18.5 es bajo de peso
18.5 a 24.9 es normal
25 a 29.9 es sobrepeso
30 o mayor es obesidad
Una vez realizado esto, observaremos si contamos con sobrepeso; y, de ser así, podemos incorporar a nuestra forma de comer la dieta darviniana que propone el doctor Campillo Álvarez, que se refiere a tomar en nuestra comida habitual lo que consumían los primeros seres humanos en la siguiente proporción:
50 por ciento de frutas, verduras y tallos, como lo hacía el Ardipithecus
30 por ciento de tubérculos, semillas verdes y frutos secos, como lo hacía el Australopithecus
18 por ciento de carne, huevos y pescado, como lo hacía el Homo Ergaster
2 por ciento de leches, quesos y bebidas fermentadas, como lo haría el Homo Sapiens
Pero, sobre todo esto, hay que tener presente el primer paso en la pirámide nutricional de Walter Willett, que es el ejercicio diario.
Fondo para la desnutrición
En este tenor es importante señalar que podemos utilizar el ejemplo de otros países, como el caso de la legislación que se pretende en Inglaterra, donde se proponen impuestos especiales hacia las comidas rápidas con el fin de disminuir su consumo, especialmente entre jóvenes que son muy propensos a tener este tipo de alimento como parte de su dieta diaria.
Del dinero recaudado de estos impuestos, se puede destinar a la creación de un “Fondo para la Desnutrición” y ayudar a millones de personas que sufren de este problema.
Pensando en un mundo utópico, tal vez podríamos requerir que los jóvenes menores de 18 años puedan comprar comida rápida siempre y cuando estén en compañía de sus padres. O de forma similar que el alcohol y tabaco restringir el consumo de la comida rápida hasta contar con la mayoría de edad.