Dice Harrison Ford, en su narración del programa titulado: “Lord of the Ants”, que de vez en cuando surge un gigante en cierto campo de la ciencia, alterando o modificando nuestra perspectiva del mundo actual. En este tenor, Ford se refiere a Edward Osborne Wilson y sus estudios sobre las hormigas; donde a partir de ellos, trata de explicar el gran esquema de comportamiento de los seres vivos en el planeta.
Valga este breve comentario para escribir sobre el documental mencionado, con la grandiosa narración del actor Harrison Ford, en donde se habla de este interesante biólogo evolucionista y premio Pulitzer, comúnmente conocido como E.O. Wilson; quien de entrada nos comparte su pensamiento en relación a esa afinidad que los seres humanos, en su mayoría, contamos hacia los seres vivos; incluso este investigador ha inventado una palabra para describir esto: biofilia; refiriéndose a nuestro sentido de conexión con la naturaleza y las diferentes formas de vida, de manera innata y producto de la evolución y selección natural, presente en las especies inteligentes.
Sin embargo, a pesar de que aparentemente contamos con cierto vínculo con otros organismos vivos, el propio Wilson señala que la actividad humana ha puesto en peligro a la biodiversidad y por ello él trabaja en que de nuevo los seres humanos abracemos a la naturaleza, y comprendamos esa simbiosis tan necesaria.
Aunando en lo anterior, el profesor Wilson nos dice que somos organismos gigantes, al compararnos con otros. Por ejemplo, tan solo la tierra en el suelo, contiene miles de bacterias, muchas de ellas exóticas y desconocidas para la ciencia. Por ello haciendo un símil al monstruo Godzilla; cuando caminamos, sin darnos cuenta, vamos aplastando todo, especialmente si estamos en un parque o en un bosque. Esto de forma parecida a lo realizado por este kaiju cuando llegó a la ciudad de Nueva York. Parafraseando entonces a Wilson, al escarbar un poco en la tierra, nos encontramos con un laberinto subterráneo, repleto de microorganismos y por ende lleno de vida; sin embargo, a veces, nuestro torpe y lento andar gigantesco, nos impide apreciar y valorar a esos seres vivos en la planta de nuestros pies; como le sucede a esa bestia extraña o kaiju, en su contacto con la especie humana.
Pero retomando el título de este escrito, la criatura que ha inspirado al profesor E. O. Wilson, es un insecto muy conocido y altamente especializado: la hormiga. Esta diminuta criatura, expresa este afamado investigador: “es muy abundante, fácil de encontrar y de estudiar, además de ser muy interesante, por diversas razones, destacando sus hábitos sociales, dependiendo de la especie, similar a lo que sucede con las diferentes culturas de los seres humanos”.
La pasión de Wilson lo llevó a que durante 3 años viajara a diferentes partes del mundo, coleccionando distintas especies de hormigas para investigarlas. Su trabajo ha dado frutos muy valiosos, pues este investigador es responsable de haber descubierto 344 especies de hormigas del género Pheidole. Derivado de todo esto, surgió su libro: Pheidole in the New World. Por si fuera poco, este gran científico ilustra o dibuja a detalle cada una de sus observaciones en el microscopio; por ello no nos sorprende que Wilson haya trazado las 5,000 meticulosas ilustraciones con que cuenta la obra descrita.
Hablando acerca de algunas de las contribuciones científicas de este profesor, tenemos cuando creó un hormiguero artificial transparente, con el fin de conocer el código por el cual se comunicaban esos seres vivos. Fue así que se pudo dar cuenta que estos insectos dejan un rastro invisible cuando salen por comida, pero muy bien percibido, de forma química, por otras hormigas del mismo nido.
Gracias a esto se pudo traducir el lenguaje químico de estos insectos eusociales. Es decir, cada individuo deja una “huella invisible” y por medio de señales químicas informa a otros de su comunidad, sobre diferentes cosas: como el lugar donde se encuentra el alimento; la existencia de cierto peligro y el tamaño del mismo; la posibilidad de un nuevo nido habitable; así como señales para identificar la casta a la que pertenece cierta hormiga. Ahora sabemos que muchos otros animales se comunican por medio de la química.
Algo muy valioso de estas investigaciones, es que Wilson ha logrado extrapolar sus resultados para aplicarlos a otros seres vivos y tener así, un panorama global de comportamiento social, a partir de los insectos: especialmente de las hormigas. Incluso inventó un nombre para este tipo de disciplina: sociobiología; donde se estudian las bases biológicas de las conductas sociales de los animales (incluyendo a los humanos): como la cooperación, la territorialidad, los sistemas sociales y la elección de pareja, entre otros.
Hablamos entonces de comprender el rol de la carga genética, de cada ser vivo, y la predisposición a cierto comportamiento, sumando la variable del medio ambiente al que estamos expuestos. Por ende la tarea a futuro será: tratar de determinar si se puede encontrar y unificar un sistema social animal en común, con cabida para los seres humanos. Pero esto será tema de un nuevo escrito…