El poder de un puño o el de una palma ¿Cuál escoges?

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Imagen de ???? Cdd20 en Pixabay

Seguramente muchos de nosotros, tal vez al encontrar nuestro reflejo en el espejo, hemos experimentado momentos de reflexión filosófica o existencial, y en alguna ocasión nos hemos preguntado cómo hemos llegado hasta aquí.

Sumado a lo anterior, la pregunta no sólo debe ser cómo llegamos nosotros hasta este punto, sino preguntarnos cómo lo hicieron toda la cadena de mis genes, contenida en mis antepasados para que ininterrumpidamente hayan logrado que yo esté aquí escribiendo y tú estés aquí leyendo.

En ese cuestionamiento de nuestro andar evolutivo, si bien es cierto que fue una ventaja el caminar en dos extremidades (piernas y pies), erguidos, y dejar libres otras dos (brazos y manos), nos permitió en primera instancia crear herramientas para defendernos de los depredadores y también para poder cazar y conseguir nuestro alimento.

Es decir, nuestras manos, en una primera configuración fueron utilizadas y entrenadas para defendernos, para atacar y alimentarnos, todo ello en una especie de ancestral supervivencia del más apto, que se enseñaba tradicionalmente en cualquier aula o conferencia sobre la evolución humana.

De hecho estudios señalan, como el publicado en Journal of Experimental Biology de Michael Morgan y David Carrier, de la Universidad de Utah, que la geometría evolutiva de la mano derivó en el resultado de su poder destructivo, versus el constructivo.

Sin embargo, al paso de los años, comprendimos que la cooperación entre nosotros, potencia en forma exponencial nuestro progreso, no solo personal, sino también como especie. Incluso esa misma cooperación fue la que proveyó a nuestros antepasados los Homo Sapiens para sobrevivir a la constante presión evolutiva de la naturaleza y del medio ambiente, estimulando y fortaleciendo nuestro sistema operativo central, sí, ese lugar donde tenemos nuestras neuronas.

El contar con una caja de herramientas de procesamiento neuronal muy poderosa, es decir el cerebro, aunado al pulgar y la mano prensil para crear, desarrollar, plasmar, escribir, pintar, construir, transformar, moldear y operar utensilios; todo esto integrado a la gran capacidad que tenemos de guardar información dentro y fuera de nuestra caja de neuronas, logró que hiciéramos filosofía para cuestionar nuestro choque con la naturaleza, componer música y sinfonías para erizarnos la piel y ser secuestrados por la mente del compositor, escribir poesía y novelas para recordar nuestras aventuras, crear pinturas para detener el tiempo y atesorar un bello recuerdo, acariciar a un ser amado y transmitirle nuestro amor, buscar comprender nuestro encuentro con el cosmos y el qué hacemos aquí (que seguimos tratando de descifrar) mediante cálculos matemáticos, mismos que derivaron en ciencia, física, química, biología, para posteriormente establecer tecnología, para construir aparatos tecnológicos como la computadora y ahora la inteligencia artificial para seguir abriéndonos paso en nuestro andar evolutivo y tratar de encontrar vida inteligente en otro planeta.

Si bien es cierto que la composición fisiológica de la mano, como se ha visto en la fría concepción evolutiva, se puede transformar en un puño y también se puede utilizar para asir un arma, y causar daño, es muy evidente que existen mucho más combinaciones constructivas que destructivas.

De verdad pensamos que es sabio pelear por pedazos de tierra, porque alguien piensa diferente que yo, por un momento de megalomanía incontrolable de dos ancianos, o tomando las palabras de Erich Hartmann: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.

¿No somos lo suficientemente evolucionados para tener empatía por nuestros semejantes? ¿No somos lo suficientemente inteligentes para cooperar por el bien común de nuestra especie y de todas las demás especies con las que cohabitamos el planeta?

Como dijo el gran divulgador científico Carl Sagan: “Cada uno de nosotros, desde la perspectiva cósmica, es valioso. Si un ser humano no está de acuerdo contigo, déjalo vivir. En cien mil millones de galaxias, no encontrarás otro”.

A lo largo de la historia, y tristemente en la actualidad, el comportamiento de los seres humanos, no solo ha brillado por la violencia y la guerra, sino que también hemos iniciado una nueva era geológica, hablando del Antropoceno, con nuestra actitud descontrolada y desmedida, agotando los recursos del planeta en beneficio propio o de unos pocos y olvidándonos de los demás seres humanos, así como de otras especies de seres vivos con quienes compartimos la Tierra.

Por ello, es necesario que trabajemos en una nueva configuración de interrelaciones humanas, una red de manos que construyan un mejor futuro, una donde las diferencias entre culturas, no sean motivo de separación, menosprecio, racismo o burla, sino que nos acerquen e identifiquen como seres humanos, pues al final provenimos del mismo lugar y somos los mismos a pesar de nuestras creencias y diferencias, pues aunque lo olvidemos, es común que hasta el equipo de fútbol al que le vamos, fue implantado por nuestra mamá o papá, y difícilmente lo escogimos nosotros. Increíblemente “combatimos” y nos enojamos por ver en la cancha a 22 jugadores que ni saben que existimos, pero bueno este punto es mejor abordarlo en otro escrito, pero sí refleja la propensión que tenemos hacia el conflicto.

Añadiendo a lo anterior, de igual forma podemos encontrar palabras, que nos guíen, de Carl Sagan: “Hemos sostenido la noción peculiar de que una persona o sociedad que es un poco diferente a nosotros, quienes quiera que seamos, es de alguna manera extraña o extraña, para desconfiar u odiar. Piensa en las connotaciones negativas de palabras como extraño o extravagante. Y, sin embargo, los monumentos y las culturas de cada una de nuestras civilizaciones simplemente representan diferentes formas de seres humanos. Un visitante extraterrestre, al observar las diferencias entre los seres humanos y sus sociedades, encontraría esas diferencias triviales en comparación con las similitudes”.

Consideremos entonces, aunque parezca disco rayado, sugerencia cursi o trillada, que es momento para la unión versus la desunión, para la empatía versus a la propensión de juzgar con antelación, para abrir la mano en señal de saludo, de ayuda, de palmada de apoyo, de caricia, de múltiples configuraciones para la creatividad, versus a la obtusa y limitada opción del puño cerrado.

Para darnos una idea de lo que genera la opción del puño, hoy en día existen aproximadamente 15,000 armas nucleares en la tierra, de acuerdo a Kurzgesagt en su video titulado: “What If We Detonated All Nuclear Bombs at Once? (https://www.youtube.com/watch?v=JyECrGp-Sw8), con un poder destructivo impresionante, pues existen alrededor de 45,000 ciudades urbanas con un aproximado de 100,000 habitantes (4,500,000,000 individuos) y con 3 bombas nucleares podríamos eliminar una ciudad, esto de acuerdo a cálculos del video mencionado, logrando eliminar todas las ciudades del planeta en un instante y quedándonos con 1,500 armas nucleares disponibles en reserva.

Pero por otro lado contamos con las manos abiertas y nuestras mentes creativas, no solo las mías, sino las de más de 7,900 millones de personas. Solo por un momento pensemos lo que sería realizar esa estrategia de ponernos a colaborar y cooperar al unísono, buscando un beneficio global, recordando que a cada quien sus habilidades y cada quien sus capacidades, pero siempre con miras a contribuir positivamente en la ruta evolutiva de nuestra especie.

Parece una utopía, pero valdría la pena intentarlo.

Imagen de Gordon Johnson en Pixabay

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