Pensamos que hay un gran plan maestro para cada uno de nosotros y que en una especie designio divino, tenemos una misión que cumplir en este planeta y un propósito por el cual existir; pero por otro lado se nos olvida que somos el resultado de miles de millones de interacciones, de mutaciones, de organismos complejos que se autoorganizaron para crear a los primeros homínidos y posteriormente a nosotros los seres humanos y que esto no ha parado, pues continuamente evolucionando.
En este tenor pienso que solamente pasamos por aquí; sin embargo constantemente seguimos alimentando esa ilusión de que somos dueños de todo, de nuestros hijos, de nuestros amigos, de nuestra pareja sentimental, incluso que somos dueños del planeta Tierra. Lo anterior debido a la mala interpretación de diferentes y diversas variables y factores, como es el caso de la religión, quien nos coloca como creación única y por otro lado la mala interpretación de la teoría de la evolución que nos hace pensar que somos la cúspide del árbol evolutivo, cuando simplemente somos una rama del mismo.
Con el simple hecho de recordar, como lo mencionamos en líneas anteriores, que somos el producto de miles de millones de interacciones celulares, con origen en organismos unicelulares que obviamente derivaron en organismos multicelulares, con diferentes mutaciones que se fueron adaptando al medio ambiente, en donde también fuimos comprendiendo mejor nuestros disparos neuronales en contacto con el cosmos, con el contacto con la naturaleza, aunado a que hemos aprendido y amasado gran cantidad de conocimiento que no solamente se ha quedado en nuestro cerebro sino que también hemos sabido transmitirlo, como en este escrito, gracias a los bits y bytes de información y así contribuir a que la evolución de nuestra especie avance cada vez más veloz y casi soñando que vamos a pasos agigantados.
Nuestros sueños no terminan ahí, pues seguimos esperanzados en encontrar otra civilización en algún lugar del cosmos, en cierto confín del universo y es aquí donde ciertas publicaciones se cuestionan esa falta de contacto con otros seres inteligentes, sumado a analizar el tamaño o el espacio disponible, que pareciese infinito, para que florezca otra especie similar a la nuestra en cuanto a disparos neuronales se refiere.
Considero que la respuesta puede venir, al analizar lo sucedido en nuestra evolución, proviniendo de esos organismos unicelulares, la autoorganización de los mismos para formar organismos más complejos, pero sobre todo a nuestros “genes egoístas”, recordando a Dawkins, quienes en su deseo por continuar vivos, comprendieron que cuando dos seres vivos procrean y se obtiene un nuevo producto de ellos; siendo ese el momento para brincar al nuevo receptáculo y que la mezcla genética cargue entonces con las mitades correspondientes entre padre y madre. Aquí comprendemos entonces el amor que sentimos hacia nuestros hijos y el que sienten nuestros padres hacia nosotros, pues vemos reflejados nuestros genes.
Seguimos avanzando en el camino evolutivo desarrollando aparente razón y capacidad autocrítica, e interesantemente en este punto tenemos que si retrocedemos en la línea evolutiva, no se nos debe olvidar que fue a partir de puntos simples que iniciamos la evolución, de acuerdo a lo dicho por Alastair Crisp y Chiara Boschetti de la Universidad de Cambridge, quienes nos recuerdan que nuestros genes, aunque sea en pequeño grado, están vinculados o emparentados con bacterias, hongos y algas. Es decir, al irnos para atrás en toda nuestra evolución hasta llegar al inicio, a un punto, podemos ver que estamos emparentados con la mayoría de los seres vivos, como es el caso de bacterias, hongos y algas, de acuerdo a Crisp y Boschetti.
Por otro lado me llama la atención la nota donde National Geographic habló que pueden existir miles de millones de planetas similares a la Tierra, esto dentro de la Vía Láctea, sin olvidar que existen miles de millones de galaxias en el universo observable. Tal vez viéndonos desde una perspectiva ínfima, en relación a nuestra posición en el universo, se podría derrumbar la idea de que somos la creación de un ser superior y que somos únicos en el cosmos, esperando a cumplir un plan maestro y un designio divino para el que fuimos creados.
Aunque claro lo mejor sería encontrar vida inteligente en algún planeta del universo y que pudiéramos así intercambiar conocimiento acerca de nuestros orígenes y tal vez de nuestro posible futuro, al igual que el papel que jugamos en el tablero de ajedrez cosmológico. La pregunta sigue siendo ¿dónde se encuentran los alienígenas? ¿Dónde se encuentra esa vida inteligente? Pues por el momento solo hemos recibido silencio como respuesta a nuestra búsqueda de vida inteligente y por ende seguimos esperando aquella prueba irrefutable que demuestre que no estamos solos.
Pero por lo pronto solamente podemos concluir que somos el resultado del azar y de la evolución precedida por diversos grupos de homínidos y de diversos organismo unicelulares que se autoorganizaron para formar sistemas complejos representados en los seres que vemos todos los días en el espejo, con ayuda claro con los genes egoístas quienes quisieron pasar de un receptáculo a otro.
Solamente pasamos por aquí y en algunos casos deambulamos esperando tiempos mejores, aferrándonos a la idea que somos más los exploradores versus los conquistadores y soñando que algún otro punto del universo, el azar haya hecho de las suyas y la vida inteligente se haya abierto paso, y ¿por qué no? Por fin lograr el ansiado contacto, que transformaría nuestra economía, nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestros idiomas, nuestra religión, entre otros, pero también pensar que ello nos haga unirnos más como seres humanos y trabajar en equipo por un bien común y por cuidar al planeta, a nosotros y a todos los seres vivos.
Pero si lo anterior no se diera, recomiendo subirnos a nuestro corcel, como lo hizo el Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar con su caballa Babieca y lanzarnos a conquistar nuestros ideales, pero sobre todo a conquistar o derrotar a nuestros enemigos, quienes en este caso serían la falta de razón, falta de conocimiento, pasión desenfrenada ligada al fanatismo que no hacen nada bien a nuestros disparos neuronales creativos.
